Cada vez que cocino un solomillo recuerdo la historia de la familia que se juntó para celebrar el cumpleaños de la abuela y qué mejor manera de hacerlo que elaborando esa maravillosa receta que todos hacían en sus hogares y ahora servía de excusa para celebrar la reunión. Siempre habían hecho la receta de manera literal tal y como recordaban haberlo visto hacer cien veces en aquella cocina histórica en la que se criaron las tres hermanas (si eran tres hermanas y aunque hubiera habido hermanos esos no entran en la cocina porque les da algo, creo que se les cae la pilila, aunque eso suele suceder cuando barren (). El caso es que nada más comenzar empezaron las discrepancias porque la nieta mayor ( los nietos estaban viendo el furbo ) colocó en la cazuela -de barro, por supuesto- las dos piezas de solomillo y la madre y las tías le recriminaron que, aunque bien limpio de toda grasa, no había cortado la cola final de las piezas. Cuando la joven preguntó si es que era una parte que no sabía bien, o si era despreciable por alguna razón, nadie supo decírselo. Simplemente la Lala lo hacía así, y era el mejor solomillo de todo el planeta. La nieta, incrédula y obstinada abandonó la cocina (había habido una discusión también, porque normalmente las discusiones suelen comenzar por las cosas más simples, sobre todo si afectan a las cosas a las que solemos habituarnos) y se sentó en el regazo del sillón en el que su Lala se sentaba. Le dio un beso y le pregunto:
-¿Por qué hay que cortar el solomillo antes de empezar a sofreirlo?
-No se de que me hablas respondió la anciana.
-Mamá y las tías que dicen que siempre cortabas la cola del solomillo al prepararlo cuando ellas eran chicas.
-¡¿Yo?! -protestó la abuela.
-Eso me han dicho -sonrió la nieta acariciando una próxima victoria dialéctica que se le antojaba sencilla- Dicen que siempre lo cortabas.
La abuela meditó un rato, casi perdida en los recuerdos de aquellas tres mujercitas que estorbaban más que ayudaban en la cocina cuando ella se ponía a trasegar. Al cabo de un rato abrió la boca sorprendida, se empezó a reír y proclamó:
-¡Pero eso lo hacía porque la cazuela era muy pequeña y la pieza no cabía entera!
Os cuento esto, queridos niños y niñas, no solo porque haya hecho el solomillo estilo jpg, sino porque a veces nos acostumbramos a hacer las cosas porque siempre ha sido así, sin plantearnos si eso está bien, mal o si es posible alguna manera mejor de hacerlo todo. Porque a veces por seguir las tradiciones nos estamos perdiendo la verdadera receta de las cosas. Hala, un besito.
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