No me tilden vds. de mojigato, ¡Dios me libre! A un mortal como yo le encantan los escotes y las minifaldas que tan profusamente invaden, por obediencia a la moda actual, nuestras calles. Espero que ahora no me marque nadie en la lista de machistas asquerosos ¡por Dios! Lo que trato de decir es que cada cosa tiene su momento y cada momento su aquel, que diría el otro. Vamos, que si visito a una gerente de una (supuesta por todos) poderosa empresa, para tratar asuntos relativos a gestión de negocios, no me apetece para nada ver sus maravillosos canchos naturales, tampoco el nivel hasta el que podría meterse en el río sin mojarse la falda y menos aún el tanga maravilloso que sobresale en su espalda, casi desnuda. Tal vez así gestione mejor la empresa, pero entonces, ¡¿qué se pone al salir de copas una noche, el traje de ejecutiva o una hoja de parra tapando su monte de venus?!
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