Tengo miedo. En teoría debería suceder que al hacernos mayores perdemos miedos pero suele ocurrir lo contrario. Los fantasmas se hacen reales y descubrimos venenos más mortales que los de una hipotética picadura de araña. Ahora mismo tengo miedo. Se ha tejido en los telares de los engaños y las desconfianzas. Invade, en los ahora numerosos momentos inactivos, mi cerebro y hace al corazón golpear sin ritmo definido las paredes de su cárcel. Lo peor es que cuanto más tiempo esté en este limbo más miedo acumularé.
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