Hoy he podido contemplar al señor de bata azul mientras preparaba la caja operante con esmero. Primero vació el compartimento en el que se deposita la aleación. Luego rellenó el refuerzo a entregar. Variado, con distintos colores y sabores. Por último cerró de nuevo la caja y la luz roja que indicaba "refuerzo disponible" se iluminó. En seguida acudieron fascinadas las criaturas. Algunas pulsaban botones para ver qué refuerzo obtener. Otras sabían de antemano -si puede atribuirse este verbo humano a tales criaturas- que sabor preferían. La mañana ha transcurrido con normalidad. De vez en cuando, mientras estoy absorto en mis tareas, oigo golpes bruscos de alguna de estas criaturas aporreando el aparato con rabia. Sé entonces que la máquina de refuerzo continuo ha dejado de funcionar y tengo entonces que llamar de nuevo al reponedor de latas de bebida.
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