Mañana para aprovechar en Rovaniemi. No tenemos intención de acercarnos al trampolín de invierno [allí los hay como aquí frontones en Castilla] así que paseo y tranquilidad. Sorprende ver aglomeraciones de biciclestas -todas sin candado, claro- ha empezado el instituto y ese es un usual medio de transporte usado por los alumnos [¿motos?, no, ni una] Cerca de las 15 horas hemos cogido el vuelo a Helsinki. Nos ponen con la cámara el despegue y aterrizaje, gracias. Helsinforgs -en sueco- o Helsset -en lapón- que ambos idiomas se reconocen, tiene medio millón de habitantes, pero hay mucho tráfico en esta autopista al Centro. El Hotel al lado de la Ópera, el Museo Finnés y el de Arte Moderno, cerquita de la Esplanada y a una corta tirada de la Plaza del Senado que tantas películas han usado para asemejar Moscú. La ciudad tiene tranvía, incluso uno que funciona como bar pero tampoco hay nada parecido al jolgorio hispano [¿te imaginas un autobús en Madrid funcionando como bar?] Agradable de pasear, la estación de tren es impresionante. Un templo esculpido en roca granítica llama la atención. En el puerto -esta ciudad tiene mar y más de doscientas islas- está el mercado. Allí puedes comer desde salchicha a paella pasando por todo tipo de ahumados, por supuesto. Uno va seguro aquí también. Pierdes la cámara y te la devuelven al instante. Las bicicletas abundan. En todo el centro histórico hay carril bici, y carril peatonal, ja,ja. Linus, el creador de Linux nació aquí ¿dónde si no?
Callejeando en Helsinki. El templo de piedra. La Catedral Luterana en la Plaza del Senado [la ortodoxa está cerca. Aún así, todo el mundo se confiesa ateo]
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