Dos calles me hacen mirar al cielo habitualmente. La Calle del Sol y la Talavera. A veces lo hago cuando no muchos más las recorren. Entonces me digo será la hora, y sigo mirando hacia arriba esperando no esperar nada. Otras veces las ando cuando hay mucha más gente en ellas y entonces somos más los que miramos. De vez en cuando alguien de poca autoridad nos dice, ¡quietos! o ¡no pasar ahora! y aunque no soluciona mucho, es por lo menos una intennción. No obstante, casi siempre, simplemente andamos mirando al cielo. Sobre nosotros se mueven muchos kilos de material de obra en cajones que bambolean. Entonces algunos pasamos rápido, otros confían tranquilamente en el destino, quizás alguien más, como yo, se sorprenda del milagro de la vida. ¡Tan frágil!
No hay comentarios:
Publicar un comentario