Las bestias se disputaban los despojos, hubiera dicho Zerep, pero no eran bestias. El planeta estaba a su disposición y cada cual acaparaba las mejores riquezas. Minerales valiosos así como animales y vegetales cultivados con esmero y cruzados con paciencia, por los nativos, para hacerlos mejorar eran ahora exhibidos, como trofeo, sin pudor.
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