En Dublín, sobre el río Liffey, construyó Calatrava el puente de James Joyce. Es, como cualquiera de sus obras, mezcla de materiales novedosos e inspiración natural. Desafortunadamente nadie utiliza el puente porque, hecho de cristal, los peatones resbalan sobre él [en Dublín llueve más de trescientos días al año]. Esta paradoja muestra a) que no es lo mismo ser un buen profesional que conocer la realidad o bien b) que en la carrera de arquitectura falta una asignatura llamada sentido común.
Nota:
Muestras así pueden hallarse por doquier. V.g. ¿Plaza? de la Cruz Dorada: Mutada de espacio llano y con pequeños jardines en sartén de piedra montada en escalones, desniveles y alturas.
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