El gran reto que tiene la educación hoy en día, no debe dirimirse en la cancha antideportiva de religión si o no. Este tipo de apuestas simplistas sólo conducen a desviar la atención de los verdaderos problemas. Uno de ellos es el fracaso escolar, [40% en secundaria, por mucho que se maquillen los números] del que podemos hablar largo y tendido, pero no ahora. Otro es la incapacidad del sistema educativo para evaluar la inteligencia.
Tras décadas centrándonos en una evaluación formal de los conocimientos, empezamos a vislumbrar que tener un alto Coeficiente Intelectual no solo no garantiza acabar los estudios de bachillerato y menos aún los superiores, sino que tampoco procura el éxito en la vida y menos aún la felicidad.
El problema es que, como Gardner ha dicho en múltiples ocasiones, no debería interesarnos tanto el «How smart you are?» [cuánto eres de inteligente] sino el «How are you smart?» [de qué modo eres inteligente] es decir, partiendo de que nuestra inteligencia es fundamentalmente el modo de adaptarnos al medio, -igual que las garras le sirven a un león- cada uno puede hacerlo de distintos modos. A veces me sorprende alguien hablando de lo inteligente que es otra persona, sin embargo ese comentario suele ir dirigido indefectiblemente a la inteligencia académica formalmente evaluada. Mi respuesta es que todos -salvo problemas genéticos u hormonales, y esto aún está por demostrarse- somos igual de inteligentes, pero de distinto modo. Así unos desarrollan una gran capacidad práctica y de sentido común, otros capacidades artísticas y/o musicales, otros de trato social, incluso algunos de autoconocimiento personal y religioso, y así sucesivamente en una lista interminable de potencialidades.
El reto de la sicología y la educación debería ser descubrir las potencialidades que todos tenemos y ayudarnos a desarrollarlas en su sentido más pleno. Pero esto implica reconvertir la educación y enseñar a pensar, y a tanto cambio no está nadie dispuesto a llegar. Es más fácil seguir discutiendo sobre diversificación curricular o religión, y aún más suspender a los alumnos en conocimientos curriculares ¡Lástima!
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