Por motivos paterno-filiales visito la plazuela de la Catedral casi a diario y ayer me entretuve observando la -para mi-mejor fachada de la misma [la románica]. Da pena ver el estado en que se encuentra. Al basurero de palos, tierra, y plumas que crean a la puerta las cigüeñas [¿nadie puede parar esta sinrazón proteccionista en la que hay más de ochenta nidos sobre los tejados que ya no se abandonan en invierno?], se une el deterioro de la fachada provocado por quienes rompen imágenes, así como dos o tres graffitis de color amarillo.
Me alegra mucho que se haya constituido la red de ciudades catedralicias, pero hay cosas, tan de cajón de madera de pino, que no se necesita para ello ni una red, ni una subvención, ni una foto de periódico.
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