Mal debe andar la cosa cuando hay que cazar a lazo a estudiantes de enfermería para que consigan tres créditos de su carrera por 29 euros, o cuando no se junta un número suficiente de alumnos para un próximo -y excelente- taller de Artes Plásticas, o cuando a uno le llaman para ver si se decide por este o aquel curso de experto universitario.
La excusa del dinero solo vale para el último caso y por tanto la terrible conclusión es que no nos interesa formarnos porque acaso no lo vemos útil o práctico.
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