La urraca blanquinegra entró en el árbol al atardecer, agarró con su pico a un polluelo de gorrión y marchó volando con él. La madre y otros gorriones la persiguieron para que lo soltara, ella bajó al suelo con él y empezó a devorarle. Los gorriones instigaban a ese pájaro mucho más grande para que lo soltara pero volvió a agarrarlo con sus fauces y voló más lejos, hasta que los pequeños gorriones abandonaron. Imagino que allí devoró a su presa. Este documental no grabado sucedió ayer ante mis ojos. "Qué cruel es la vida" - me dijeron. Sí, repuse. Siempre el poderoso devora al más indefenso. Entonces mi cabeza me dirigió a otra urraca que conocí, pero de eso no voy a hablar.
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