Han pasado muchos años pero en realidad fue hace un rato cuando impugnaba a concienzudos [en el sentido más literal del término] teólogos la existencia del infierno. Sólo la teología de la belleza, de von Balthasar, me reconciliaba con la idea y, por supuesto, con Dios. "¿Qué pasaría entonces -me decía el teólogo fundamentalista [también literal y no peyorativo]- con genocidas como Hitler?" Cuando salí de la reserva -hace años, repito-, observé, más allá de la teoría, que hay dos grupos; los que aplastan y los aplastados así que reservé el infierno para todos los que abusan de su autoridad. Puede que yo vaya allí pero lo que sí tengo claro es que estará lleno de cargos electos.
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