Mi barrio, cuando era chico, tenía gecos, mantis y más veces de las convenientes alacranes. Cada bloque tenía además una platea desde la cual se contemplaba lo que sucedía o se informaba al resto de lo que sabía o creía saber. Las funciones se representaban en verano al aire libre pero en invierno se trasladaban a las escaleras o al patio interior. Aunque la ciudad que habito bien podría presumir de mantener estos observatorios, es cierto que la crisis social, que nos ha individualizado, ha hecho desaparecer casi todas las plateas. Aún así, nuestro espíritu grupal se mantiene a través de la televisión. Me lo confirmó anoche la contemplación, antes de huir despavorido a Urano, de varias parejas que viajaban por Rusia sin dinero. El canal siguiente principiaba un nuevo Gran Hermano [¿todavía hay gente que lo ve?] Ya casi no quedan mantis o alacranes pero nuestro espíritu sigue intacto. Cuestión de evolución.
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