Lo dicen, según dicen, las rayas de mi mano. Siempre he sido más razón que corazón. ¡Es verdad! Cuando estudiaba teología me interesaba más la exégesis que la oración. ¡Qué triste, ¿no?! Me provocaba, y aún hoy lo consigue, cierto pudor ajeno la voz meliflua -que por otro lado yo nunca he tenido- de alguno. Después me sumergí en psicobiología y genética porque el doctorado que me interesaba era ese. El tiempo pasó y lo que acabo de escribir es también pasado. Ahora sé que en muchos casos [por más que se reniegue de Freud, Humanismo, Gestalt o Sistémico] mueven más el análisis interior que las aburridas tareas conductistas y creo cada día más en el amor, los sentimientos y el corazón, aunque sigo, y seguiré, sin tener voz de castrati. Lo malo es que de ser cierto lo que dice la quiromancia ¿quién y cómo se cambian ahora las rayas de la mano?
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