El Señor de Portorosa -a quien sigo con asiduidad- volvió, parece que encantado y con amistades confirmadas. Permítaseme a mi, también, contar algo de estos días en la Villa.
Manifestando abiertamente nuestra solidaridad comunitaria, la ida y vuelta son ya siempre más de setenta kilómetros en un carril. ¡Son tantos para entrar y salir! Como nosotros somos tan buenos y no necesitamos nada, deberíamos proponer al Ministerio de Fomento que nos deje un solo carril desde Navalmoral a Madrid. ¡Ah, que placer servir a los pobres madrileños! La ventaja es que uno va a Goya y puede aparcar sin problemas. Las calles siguen igual. Un hombre yace junto a su vómito mientras los transeuntes transitan. Uno se detiene...a echar una foto. Yo tampoco llamo al 112. En el restaurante un cojo recoge con la muleta un bolso del suelo. Luego sale corriendo sin muletas porque el bolso no era suyo. El dueño ha perdido en este juego de habilidad. El cocinero del Ateneo de Madrid nos dice que es cubano y que hoy hace un típico plato. Con bebida, postre y pan seis euros. ¡No me lo puedo creer! Nada cierra, excepto la churrera del barrio. A todos sorprende que esa esclava del trabajo se haya tomado unos días.
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