«Hablamos de abandono, no hablamos de obediencia... La obediencia se refiere a la virtud cardinal de la justicia, en tanto que el abandono entronca en la virtud teologal de la caridad. Tampoco decimos resignación; pues...sólo entrega, por decirlo así, a Dios una voluntad vencida... El término aceptación tampoco sería adecuado; porque la voluntad del hombre que acepta la de Dios... parece no subordinársele sino después de haber comprobado sus derechos. La aquiescencia casi, casi... pero, ¿quién no ve que semejante acto implica todavía una ligera discusión interior. Hubiéramos podido emplear la palabra conformidad, que es convenientísima... Sin embargo, este vocablo refleja mejor un estado que un acto; estado que por lo demás parece presuponer una especie de ajuste asaz laborioso y paciente. ¿Nos hubiéramos expresado con más acierto de habernos servido de la palabra indiferencia (palabra mágica en los ejercicios de San Ignacio), la cual es muy usual y también muy exacta por cuanto expresa el estado de un alma que rinde a la voluntad de Dios el perfecto homenaje de que pretendemos hablar...? La palabra más indicada en nuestro caso era, por tanto, abandono». [Monseñor Gay]
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