"Lo mismo me sucede con aquel cuadro famoso de Apeles y Protógenes al alimón. Un cuadro abstracto, una especie de Sempere "avant la lettre". Cuenta la leyenda que el gran Apeles fue a Rodas a visistar a su amigo y colega que aquel día se hallaba ausente. "¿Quién digo que le vino a ver?" preguntó la criada. Por toda respuesta Apeles cruzó el umbral, entró en la estancia donde había un caballete con un cuadro en blanco y, cogiendo un pincel trazó sobre él una línea finísima.
A su regreso, Protógenes comprendió en seguida quién había sido el misterioso visitante y, picado en su amor propio, pintó con otro color una paralela más fina todavía, y aleccionó a la mujer para que, cuando volviese Apeles, dijese que el amo no estaba en casa, pero le enseñase el cuadro y le dejase solo. Cuando así lo hizo, Apeles, entendido el desafío, recorrió todo el cuadro con líneas que no se tocaban, sin dejar un esapcio para trazar otra entre ellas.
Vencido y generoso, Protógenes llevó el cuadro al puerto y lo colocó allí en medio de la multitud, para que todos lo viesen y Apeles fuese recordado para siempre por aquella obra, "sobre todo por los artistas". Así sucedió. El cuadro fue famoso y todavía estamos hablando de él. Llevado más tarde a Roma, se colgó en el Palacio del César en el Palatino, donde permaneció muy admirado hasta que se quemó en aquel incendio del año 64, supuestamente provocado por Nerón."
Discurso de Vaquero Turcios en su Recepción Pública en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
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