No es el reproche habitual a los dominicales de ofrecer cosas al alcance de muy pocos: coches de lujo, mansiones imposibles y manjares de chef. Es algo más. Si comemos oro ¿defecaremos Chanel Nº5? Más importante aún, ¿influirá tal hecho en los precios del biodiesel para que los pueblos más oprimidos puedan seguir comiendo tortas de maíz?
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