En Paris, cerca de la Gare de l'Est se extiende un canal de varios kilómetros, algunos incluso navegables. Sobre todo paseables en sus bordes. Al atardecer algunos se acercan con cañas y pescan en sus orillas y al anochecer otros, o los mismos, recogen los frutos de los árboles. Son colchones que han mantenido escondidos entre las ramas durante el día y que ahora propiciaran el descanso, al lado del canal, en verano, o bajo los puentes que lo cruzan, en invierno. Tengo esa imagen grabada -como muchas otras de mis viajes- y no sé porqué precisamente ahora ha venido a mis labios. Tal vez porque quiere que la escriba o simplemente porque es uno de los lugares que uso para huir, para esconderme, si quiera con el pensamiento, en otro momento, en otra plaza y volver a sentir, ahora en la imaginación, mientras circunvalo el canal que aún puedo vivir.
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