Hace ya más de treinta años que existía un barrio muy, muy lejano en el que la gente se organizó creando múltiples foros, donde grupos de niños y jóvenes trabajaban por la autogestión y donde con la ayuda de un curilla apellidado Corcho se organizó la primera biblioteca del barrio [con libros donados por los vecinos] así como la primera asociación de vecinos y a través de aquel movimiento se llegó a construir una nueva iglesia y también un nuevo centro social. La biblioteca fue creciendo poco a poco con aportaciones de la Biblioteca Municipal, la Diputación, un libro de acá y otro de allá. Con el paso del tiempo aquel barrio muy, muy lejano se convirtió en un reino muy, muy cercano, con tanto poder que nadie: ni los vecinos, ni la prensa, ni los políticos se atrevía a criticar lo que hacía. [¡Ah, la autogestión!, admitir la crítica es perder poder]
En ese reino inexistente se decidió un día vender aquellos libros para comprar estanterías. Se vendieron al peso: Pequeños a 1 €, medianos a 2€ y grandes a 3€ . Algunos adquirieron a estos precios libros que ya no se encuentran, que hay que buscarlos en la Biblioteca Nacional y que valen en ciertos casos [comprobado] 150 €. Pero todo esto no sucedió, porque no existen los reinos muy cercanos y menos en tiempos recientes ¿o sí?
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