Fue en el 91 cuando pisé California por primera vez. La ventaja de vivir en una familia a unos sesenta kilómetros de San Francisco nos permitió captar algo de la vida americana. Visitar un concesionario haciendo creer que quieres comprar un coche y que el vendedor te pregunte si lo llevarás a España conduciendo, es una experiencia de lujo. Comprobé que mi anfitrión tenía armas en casa. Aquí siempre son necesarias -me dijo-, aunque ahora no es tan fácil obtenerlas como antes. Ahora te piden una fotocopia del documento de identidad.
Por mi parte siempre he pensado que ni siquiera los policias o militares deberían llevar sus armas a casa.
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