DADOS DE BASALTO

04 marzo 2007

Reciclaje

Aunque sí sea actual la conciencia de deterioro del mundo que nos invade, el reciclaje no es un invento moderno. No levantábamos muchos palmos del suelo mis amigos y yo, cuando recopilábamos revistas y periódicos para obtener cinco pesetas -nunca superamos esa exorbitante cantidad por más que introdujeramos hierros o piedras entre los papeles-, vendiéndolo a Cidoncha, a quien algunos identificaban como pariente del "hombre del saco" y que tenía su oficina-despacho-almacen en la Ronda.
La mayor experta en reciclaje fue mi abuela, a quién llamábamos Lala. La pobre pasó la guerra y era seguro que entre sus cajones un niño de siete años podría encontrar los objetos más insospechados para fabricarse cualquier juguete, o simplemente pasar un rato largo investigando todas sus posesiones. A ese niño se le mandaba habitualmente a la tienda de abajo para cambiar los cascos de botellas por unos pocos céntimos [entonces también había perras gordas y chicas] y suponía una desgracia que se rompiera un "casco" y no se recuperara esa parte de dinero.
Hoy sabemos, a pesar de todo, que hay cosas que no se pueden reciclar. El uranio por ejemplo, o un terrorista, son difíciles de reconvertir en otras fuentes productivas de energia no contaminantes, y por más que nos empeñemos en hablar de portavoces de organizaciones ilegales, lo más que se puede hacer con el uranio es enterrarlo en el fondo de una cueva, y aún así, con las protestas de toda la ciudadanía de nuestro estado federacional, excepto de la del pueblo donde se sitúa la cueva, que obtiene de éste modo algún puesto de trabajo antes inexistente.
El reciclaje sigue dando para vivir. Te puedes ir por ejemplo a EEUU [yo he conocido a gente que lo hizo] y sin tener trabajo puedes sobrevivir recogiendo latas de cocacola y llevándolas a reciclar. Aquí sin embargo el reciclaje es gratuito, pero alguien debe hacer dinero con nuestra colaboración altruista. España siempre ha sido especial.

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